El añejo bipartidismo es la escuela politiquera de este país, para bien o para mal hay decir que hay partidos turecas o fachada que son ramales o sucursales del bipartidismo y que actúan como títeres al servicio del mejor postor. Y es que para los mercaderes políticos abrir un partido con doble postulación para presidente y diputado y dado al sistema de cociente, subcociente y mayor residuo para repartir diputaciones es un buen negocio politiquero el obtener una curul y una jugosa deuda política.
Atrás quedaron destacados diputados preocupados por sus comunidades como el famoso “Cachimbal” de Cartago, y hoy tenemos un revoltijo de partidos y de “independientes” en la desacreditada Asamblea Legislativa, denominado “multipartidismo”, que entre turecas y contadísimas excepciones de diputados comprometidos no consiguen las reformas para combatir la inseguridad o acabar con la corrupción.
De igual forma podemos notar que en los últimos tres gobiernos se han integrado los gabinetes con personajes del bipartidismo, haciendo un “arroz con mango” y hay que decirlo sin tapujos: se reciclan nombres que hoy son ministros, mañana diputados y pasado mañana quién sabe. Aquí muchos vivillos del poder no tienen miedo de cambiarse de camiseta partidaria o declararse “independientes” y este amor desenfrenado a los puestos políticos más que al servicio público perjudica la efectiva resolución de los problemas nacionales.

Imagen con fines ilustrativos (Vídeo sobre corrupción)
En este punto lleva razón el Presidente Chaves de “que los mandos medios controlan todo”, pero es porque esos mandos tienen a los mismos jefes del bipartidismo desde hace más de 50 años y dominan desde las asociaciones de desarrollo, las municipalidades, los comités de deporte y hasta las juntas directivas de los bancos y el mismo gabinete. Por lo tanto, mientras no haya un cambio rotundo en esa estructura de corrupción organizada es poco lo que se puede hacer.
El elector costarricense ciegamente vota por listas de diputados impuestas por las cúpulas de los partidos a personas que no conoce, que no ve en sus comunidades o que simplemente son cuotas de poder de financistas o de grupos con su propia agenda y cero compromiso con el interés nacional. En este punto, por ejemplo, hoy el narcotráfico puede colocar a placer a los mismos congresistas que luego legislarán para perpetuar su actividad.
Por eso la intención chavista de 40 diputados reviste una paradoja porque el actual gobierno es una mezcla de integrantes del PAC, PLN y PUSC y es necesario pensar que una eventual fracción legislativa tan grande sea tentadora para muchos paracaidistas o turecas del bipartidismo. Y para muestra un botón: este gobierno ha tenido una gran rotación de jerarcas, que en gran parte salieron de los mismos partidos tradicionales y que han expresado desavenencias de la forma de gobernar del Presidente. Otro factor que influye es que personas afines al PAC, PUSC y PLN saben del hartazgo de la ciudadanía con sus partidos y las mínimas posibilidades de ganar las elecciones y esto les podría hacer pensar que es mejor cambiarse de barco y continuar aferrados al poder.
El cambio es una frase trillada que ha servido de engaño para los electores. En 2002 se le prometió al país una lucha por la ética, mientras que la mitad de los diputados del PAC y también del Movimiento Libertario pasaron luego a ser “independientes”. En 2006, el PAC tenía 17 diputados pero no logró terminar con la misma fracción. En 2010, el Movimiento Libertario sufrió la separación de casi la mitad de la fracción legislativa. En 2014, la fracción completa del PASE dio su apoyo al candidato de Liberación Nacional Johnny Araya y se apartó de su propio candidato presidencial. Entre 2014-2018 el Gobierno de Luis Guillermo Solís sumó 40 bajas en sus jerarcas. El Gobierno de Carlos Alvarado tuvo 50 ministros y solo 7 continuaron en el cargo. Y actualmente, Rodrigo Chaves ha tenido la salida de 73 jerarcas e incluso la separación de 9 de los 10 diputados de la fracción oficialista del Partido Progreso Social.
Si por la víspera se saca el día, en el escenario hipotético de 40 diputados -mayoría absoluta- no garantiza que el pueblo y sus intereses sean bien representados, en especial cuando aún no se conoce la forma de escogencia de esos representantes y en especial cómo se evitará que hayan camaleones o representantes del bipartidismo que una vez en el poder se declaren “independientes” o se muevan como las veletas. Además, quienes conocemos el sistema de repartición de curules podemos afirmar que es difícil ese número de diputados electos, dado el panorama actual de fragmentación política y el caso más reciente para comparar es en la elección de Luis Alberto Monge que ganó con casi el 59 por ciento de los votos y sólo le alcanzó para 33 diputados.
En conclusión, el elector debe estar muy atento a no ser engañado por la demagogia y la desinformación que hoy quieren polarizar como en las anteriores elecciones mediante el uso de troles, influencers, falsas encuestas y un discurso incendiario entre dos bandos, que al final son dos cárteles políticos que se reparten los puestos mientras que los grandes problemas nacionales quedan pendientes de resolver. Y es que dar 40 diputados a una fracción es dar mucho poder para cambiar la Constitución y eso es una gran responsabilidad. Nosotros no somos El Salvador donde hay un proyecto político serio de transformación y sabemos lo que ocurre con mayorías aplastantes para legislar sin oposición como en Venezuela y Nicaragua. Estamos avisados.
Miguel Gutiérrez Pizarro | Abogado y colaborador CRPrensa
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