Desde que era una joven estudiante de primer grado, con seis años de vida cumplidos, y de allí hacia adelante, presencié de forma lejana las discusiones, diferencias, encontronazos, entre la junta, la fundación, los padres de familia, entre otros; que si el Castella era público, privado, semiprivado, etc. Al final del día, nunca entendí qué sucedía, quién era quién, y seguí con mi vida en la institución sin darle más importancia al asunto hasta que en 2005 me gradué y no volví a saber mucho del asunto.
Ahora, dieciocho años después, estamos ante una situación semejante, en donde diferentes “bandos”, que en cierta forma tienen en sus manos el futuro del Castella, pretenden ser el administrador legítimo de la institución, o quien dicte la “política institucional”, por decirlo de alguna manera.
De mi parte, en los últimos días me he dedicado a escuchar las versiones de todas las personas que he podido, especialmente de quienes se encuentran en esos “bandos” y tienen posiciones de poder de decisión o cierta influencia, y, ante esto, mi conclusión preliminar es que en ambos “bandos” existen argumentos bastante convincentes, por lo que a priori no le doy la razón ni a un “bando” ni a otro.
Me molesta, eso sí, el secretismo que tiñe el ambiente en este momento por parte de esos “bandos”, que si bien entiendo es parte usual de las negociaciones o estrategias de las partes, llega un punto en que es bastante incómodo para quienes tratamos de entender lo que sucede.
¿Qué diferente sería si ambos “bandos”, de manera transparente, discutieran el tema de forma abierta? No esas discusiones en donde la gente levanta la voz de forma violenta (esas tan espantosas que vemos en la Asamblea Legislativa o en los “debates” presidenciales cada cuatro años), sino un debate de fondo, tranquilo, en donde con respeto, cada parte pueda expresar sus argumentos y, entonces, nosotros, público interesado que ama al Castella, podamos formarnos un criterio sobre qué es lo mejor para la institución.
Creo que, como exalumnos, estudiantes, profesores, padres de familia, entre otros, debemos exigir este debate a profundidad, esta reflexión para que, con información de primera mano, y debidamente contrastada, podamos meditar y externar un criterio elaborado desde la inteligencia y el análisis.
Ese tipo de debate se nos debe desde hace años, es momento de que se haga realidad.
Opinión de: Mila Argueta Románova, exalumna, Conservatorio de Castella, generación 2005.
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