El lenguaje de violencia que utilizan algunos políticos en Costa Rica puede señalar la incapacidad de tolerar la diversidad de pensamiento o que tienen intereses personales en los que el bienestar del pueblo no tiene valor alguno.
Cuando una ideología busca censurar a las demás, simplemente se induce a una dictadura, dado que esta busca un control total, y los cuestionamientos a su gestión pueden significar una verdadera amenaza para sus intereses. Recordemos que ahora el lobo se viste de oveja y que el crimen organizado está presente dentro de la esfera política.
Forzar una ideología sobre las demás solo genera injusticias sociales, pérdida de derechos humanos y ciudadanos ya alcanzados, llevándonos al retroceso en la calidad de vida de los habitantes de nuestro país.
Conozcamos un poco sobre las bases de las ideologías sociales:
Las ideologías sociales son sistemas de pensamiento que ofrecen una visión sobre cómo debe organizarse la sociedad, distribuyendo recursos, derechos y responsabilidades. Aunque existen muchas y suelen evolucionar con el tiempo, las principales y más influyentes incluyen:
- Liberalismo: Promueve la libertad individual, el mercado libre y los derechos civiles. Defiende un Estado limitado que interviene mínimamente en la economía y se centra en proteger derechos fundamentales.
- Conservadurismo: Valora las tradiciones, el orden y la estabilidad social. Suele resistirse a cambios sociales rápidos, defendiendo valores familiares, culturales y religiosos tradicionales.
- Socialismo: Busca reducir o eliminar la desigualdad mediante la distribución equitativa de los recursos. Aboga por una economía donde los bienes de producción son propiedad colectiva o del Estado, con servicios sociales amplios y gratuitos.
- Comunismo: Ideología derivada del socialismo, que propone una sociedad sin clases y sin propiedad privada. En su teoría, el Estado dejaría de existir, y la propiedad sería común a todos.
- Anarquismo: Promueve la abolición de toda forma de gobierno y jerarquía. Los anarquistas creen que las personas pueden organizarse de manera autónoma sin la necesidad de un Estado.
- Fascismo: Ideología ultranacionalista que defiende un Estado autoritario, con un líder fuerte, y que prioriza la lealtad al Estado sobre los derechos individuales. Rechaza tanto el socialismo como el liberalismo democrático.
- Ecologismo: Prioriza el equilibrio con el medio ambiente y la sostenibilidad. Defiende políticas que protejan los recursos naturales y aboga por un desarrollo que respete los ecosistemas.
- Feminismo: Busca la igualdad de derechos entre los géneros. Propone transformar estructuras sociales, económicas y culturales para acabar con la discriminación y violencia de género.
- Humanismo: Se centra en la dignidad y el valor de cada individuo, promoviendo el desarrollo de sus capacidades. Aboga por una ética basada en la razón y en el bienestar humano.
- Multiculturalismo: Defiende la convivencia y el respeto entre distintas culturas dentro de una sociedad, promoviendo políticas de inclusión y respeto a la diversidad cultural.
- Neoliberalismo: Similar al liberalismo clásico, enfatiza la desregulación, la privatización y la reducción del gasto público en servicios sociales, confiando en el mercado como regulador económico.
- Populismo: Puede surgir tanto de la derecha como de la izquierda y se caracteriza por apelar a «la voluntad del pueblo» frente a las élites. Suele tener un componente nacionalista y antielitista.
Cada una de estas ideologías puede tener varias ramas y adaptaciones. Además, a menudo se combinan en formas híbridas o aparecen nuevas ideologías que responden a los cambios sociales y tecnológicos.
Por ello, cuando un grupo considera que su forma de pensar está por encima de las demás y que debe controlar la cultura, el trabajo, el comercio, el conocimiento, las religiones, etc., estamos hablando de un alejamiento de la libertad, la democracia y los derechos humanos.
Por eso, la diversidad de pensamiento, de religión y de cultura debe ser protegida para garantizar la justicia y la paz social. Sin embargo, cuando los políticos actúan en beneficio propio y se prestan a radicalizar la opinión pública mediante la censura, hablamos de un uso del aparato institucional contra quienes piensan diferente, creando y generando injusticia; por ende, aumentando la desigualdad, la concentración de riqueza y la distribución de pobreza, y, principalmente, llenando las cárceles de inocentes mediante denuncias falsas.
Opinión de Gerardo Ledezma.
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