Discurso para la Conmemoración de los 74 años de la abolición del Ejército

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Querida Signe Zeikate, Primera Dama de la República,
Altas autoridades nacionales y extranjeras que nos acompañan la noche de hoy,
Invitados especiales,

Compatriotas,
Hoy, bajo la noche que nos cobija, no se escucha el pasar angustioso de los tanques ni el estruendo de la metralla, sino el suspiro aliviado de las madres costarricenses que saben que esta Patria no obligará a ninguno de sus hijos a morir en una guerra sin sentido.

Hoy en lugar del estrépito de una bomba estallando en la oscuridad, llega a nuestros oídos y a nuestra mirada la fiesta de un país en cuyo suelo nunca se verá impresa la huella de la bota de un soldado o de un tanque de guerra.

Hoy, bajo el cielo de nuestra amada Costa Rica, nos reunimos en el abrazo jubiloso de una gran celebración: 74 años de habernos convertido en el primer país en la historia de la humanidad en abolir su ejército.

Celebramos porque aquel gesto histórico del 1° de diciembre de 1948 no es un hecho atrapado en el ayer. Por el contrario, es una celebración que se vive cada día en esta Costa Rica única y bendita en donde las calles vibran, las escuelas cantan, las empresas crecen y los hogares descansan
bajo la armoniosa luz del faro de la paz.

Acabamos de ver a don Pepe Figueres hablando, conversando ante nuestros ojos como si estuviera aquí, presente, imaginando la Costa Rica del futuro. ¿Y les digo algo? Sí, aquí están don Pepe, así como las mujeres y hombres que impulsaron la Segunda República, representados en cada costarricense.

Nos siguen hablando en esta Plaza de la Democracia, donde una vez un mazo derribó simbólicamente el lastre de un ejército que ya no queríamos, no porque estuviéramos libres de amenazas, sino porque
nuestra defensa sería para siempre el diálogo y la negociación. ¡Así de vivo está su legado!

Amigas y amigos, aquel futuro imaginado en 1948 nos ha alcanzado y somos nosotros. Somos ese futuro soñado vestido de presente. Estamos viviendo el sueño de un país donde las niñas y los niños empuñan el lápiz en lugar de un arma.

Al silenciar el rugir de los cañones, podemos escuchar el arrullador canto de la rana en nuestro bosque lluvioso. Al acallar el rifle, logramos percibir el suave pasar de la danta por el bosque. Libramos nuestro cielo de invasiones para dar paso al mágico vuelo de las lapas. Y así es como estalló la paz en Costa Rica, para generar oportunidades en respeto y tolerancia, creando un país único y maravilloso.

Así es como hace 74 años abolimos el miedo paralizante de la guerra.

Hace 74 años le dimos una lección a todas las naciones.

Les enseñamos que el desarrollo de un país no tiene por qué medirse con el poderío de su armamento, sino con la tranquilidad de sus habitantes, al saber que el día de mañana, las filas que harán sus hijos serán para asistir a una escuela y no como parte de un pelotón de combate.

Les enseñamos que la fuerza de una nación no se refugia en la pólvora y el plomo, sino en las manos de nuestros agricultores, que cultivan la tierra que los vio nacer y resguardan así la seguridad alimentaria de las y los ciudadanos.

Aquella gran decisión que tomaron nuestros líderes, esa decisión histórica, marcó la manera en que caminamos actualmente por el mundo. Definió cómo las naciones hermanas nos miran, pero también la
manera en que vivimos y nos miramos a nosotros mismos.

Somos herederos de un pasado que debemos defender cada día, para que toda la ciudadanía sea incluida, y que las oportunidades de la educación y de la cultura sigan siendo el estandarte de quienes
habitamos el país.

Oportunidades para la señora de Purral, para el joven de El Jobo, para todas las personas en esta noble tierra que diariamente salen de sus casas a esforzarse por la esperanza de una vida mejor.

Somos el recordatorio permanente de que la paz no es la utopía de los soñadores, sino la aspiración de los que trabajan por un mundo más justo e igualitario para todos.

Esa es la patria que hacemos en cada jornada laboral, en cada hora dedicada al estudio, en el abrazo de cada reunión familiar, en cada río y montaña que remontamos, en cada tarea que emprendemos, con la
certeza de que ningún mando militar ni ninguna dictadura definirán nuestros destinos.

Aquellos cuarteles que resguardaban armas y tropas, hoy son lugares de aprendizaje, museos, centros de cultura y recreación, como cuadernos con nuestras memorias, pero con hojas en blanco para escribir nuestro futuro.

Futuro que se traza con cada decisión que tomamos por generar mejores empleos para los costarricenses, cada vez que decidimos conectar nuestro país con buenas carreteras, cada vez que actuamos por el progreso de la mayoría en lugar de la fortuna de unos pocos.

¡Debemos dejar de lado las banderas partidarias y tomar decisiones por Costa Rica! Seguimos teniendo retos, pero es nuestra responsabilidad tomar hoy esas decisiones para que la próxima generación crezca en un país mejor.

Hace 74 años abolimos el miedo a una cultura de la guerra, ¿qué haremos hoy con esa herencia? Nos corresponde abolir la pobreza que nos avergüenza, nos corresponde abolir la corrupción que mancha
nuestro Estado de derecho, nos corresponde llevar la prosperidad a cada costarricense en cada rincón de nuestro país.

Hagamos que el eco de aquellos mazazos icónicos en el antiguo cuartel sean el preludio de la fiesta perpetua de la democracia plena en nuestro país; que las risas de los niños inunden todas las aulas como coros de esperanza y que bajo nuestro inmenso cielo azul, costarricenses libres construyan el mañana bajo los cimientos inamovibles de la paz.

Hermanas y hermanos costarricenses, sigamos siendo faro y camino, sigamos siendo esperanza y progreso. Sigamos siendo la paz que el mundo necesita hoy más que nunca.

Que Dios les bendiga

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