Estados Unidos confirmó la entrada en vigor de nuevos aranceles del 104% sobre productos chinos, intensificando la ya prolongada guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo. La medida fue adoptada tras la negativa de Pekín a eliminar contramedidas previamente impuestas en el marco de este conflicto.
Desde Washington, el presidente Donald Trump justificó la decisión al señalar que China “quiere desesperadamente alcanzar un acuerdo arancelario, pero no sabe cómo empezar”, y advirtió que se aplicarán nuevos aumentos si no hay una respuesta favorable de parte de las autoridades chinas.
Por su parte, el gobierno de China rechazó tajantemente la nueva ofensiva arancelaria. A través de su Ministerio de Comercio, calificó las acciones estadounidenses como un “chantaje” y advirtió que Pekín “luchará hasta el final” si se implementan estas sanciones adicionales. Además, anunció que tomará “contramedidas correspondientes” para proteger sus intereses económicos y comerciales.
La nueva escalada ha tenido repercusiones inmediatas en los mercados financieros internacionales, provocando caídas en los principales índices bursátiles y reavivando el temor a una recesión global. Analistas señalan que el aumento en la tensión entre Washington y Pekín podría afectar directamente las cadenas de suministro y los flujos comerciales a nivel mundial.
Este nuevo capítulo en la disputa comercial entre ambos países se produce en un contexto de creciente presión internacional y de incertidumbre sobre las reglas del comercio global. La comunidad internacional observa con atención las consecuencias que esta confrontación pueda tener sobre la estabilidad económica global.
