Comparar nuestro gobierno con un barco lo digo con el mayor respeto para ayudar al costarricense a entender los tiempos que vivimos. Esa triste nave, llena de huecos, que se está hundiendo después de que el anterior capitán la dirigió pésimamente: llevándola por toda clase de tormentas y que la encalló por su falta de pericia, porque permitió convertirlo en un barco de piratas, con toda clase de rufianes a bordo.
En febrero y abril, se dio una decisión de los que reman para mover el barco e hizo que llegara un nuevo capitán de la nave a partir de mayo de 2022, pero es claro que en el puerto, antes de zarpar, se intentaron colar gente de viejas prácticas piratas en la tripulación revuelta con gente nueva y que tratan de tomar el control de la capitanía y seguir con su idea de llevar a naufragio la nave mientras algunos mantienen vergonzosos privilegios. Lo peor es que esos piratas son soplones de los otros barcos piratas que están en altamar y que cañonean a diario el navío, con el fin de verlo en el fondo del mar.
En pocos días hemos visto que una parte de la tripulación ya ha saltado del barco, otra parte se nota que el agua marina y el viento les quema la piel, y otros están aprendiendo su rol de tripulante sin dar los resultados esperados y una minoría está a full con el capitán que en ocasiones tiene la apariencia de estar sólo en el timón. Mientras tanto, en el área de remadores se pelean con facilidad y hay confusión para dónde remar, a qué velocidad y sobretodo la tripulación como un todo no transmite absoluta confianza y los brincos de los desertores no dan seguridad y dejan la nave a la deriva.
Parece un triste cuento, pero es nuestra realidad costarricense. Algunos no han entendido que la campaña política se acabó y que nos interesa unir al país para que nos vaya bien a todos. En este momento debemos ser verdaderos patriotas y esforzarnos porque ante una crisis como la actual entender que sólo unidos con Dios como nuestro guía podremos salir avante y llegar a buen puerto.
En ese sentido, no se vale ser mezquinos en momentos en que nos hundimos todos como sociedad
en una lucha intestina en donde los intereses individuales se imponen al interés nacional. Hoy
estamos celebrando 201 años de Independencia y llegó la hora de madurar.
Es clarísimo que el costo de vida, el desempleo, la corrupción, la inseguridad y otros temas ya no
pueden esperar más tiempo a ser resueltos y necesita la colaboración de todos.
El mandato de los electores fue claro: pluripartidismo y gobierno sin mayoría legislativa requieren de elementos unificadores como el patriotismo para dejar atrás el penoso rezago heredado a nivel nacional.
Nuestros niños merecen algo mejor y ya no se vale decir que para después se harán las soluciones:
¡es ahora!
Desconozco la razón de la alarmante salida de viceministros y recientemente de ministras, pero bien
dice el Presidente es hora de dejar de “jugar chapitas”. Y el mensaje va para los que remamos como
para los que tienen una posición de autoridad hecho con juramento a Dios y a la Patria.
En ese sentido, la cuestión es otorgar una tregua nacional que vaya desde el más alto funcionario hasta el más humilde labriego que pare de tajo la corrupción y la polarización social, incluyendo las virulentas redes sociales escenario de una guerra cibernética llena de troles y de irresponsables que usan el anonimato para atacar sin piedad. Basta de cobardías y acciones llenas de bajeza.
Finalmente, es claro que hay desconfianza mutua, unos dicen que nos acercamos al chavismo de otras latitudes del continente, otros que hay razones para no creerles ni la fecha a los que se denominan que son personajes “con corona”. Y mientras esa violencia va en aumento, hay muchos costarricenses que no tienen qué comer, que se dirimen entre el flagelo de la pobreza y del narcotráfico, y seres humanos que se pierden en medio de la indiferencia de la mayoría. Por lo tanto, a las personas de buena voluntad nos corresponde hacer un llamado al diálogo franco y sin falsas poses.
Nuestra Patria nos llama a hacer un esfuerzo mayúsculo, construyamos un régimen poliárquico en donde aprendamos a cogobernar y que hayan sanos contrapesos democráticos, con una oposición responsable y con un reconocimiento mutuo de que cada ciudadano es importante en la sociedad y que nos necesitamos mutuamente. El sol debe salir para todos. Es de humanos equivocarse, pero es de valiente aceptar los errores y fallas y cumplir pactos y acuerdos. En fin, llegó la hora Costa Rica.
Opinión de: Miguel Gutiérrez Pizarro
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