Emmanuel Macron ni siquiera tenía 40 años cuando ingresó al patio del Louvre, en París, la noche del 7 de mayo de 2017 para celebrar su primera victoria electoral junto a sus seguidores.
En ese entonces, había una sensación de un nuevo comienzo en el aire: este joven reformador, inmaculado por una larga marcha a través de las instituciones políticas, quería modernizar Francia e impulsarla hacia el siglo XXI.
Ahora ganó la reelección. Pero, como resaltó en una reciente aparición en Marsella, no se trata simplemente de continuar otros cinco años. Lo que quiso decir, según él, es una renovación completa, un nuevo contrato con el electorado francés.
Típico talentoso y ambicioso
Después de su predecesor Francois Hollande, Macron fue una figura luminosa que irrumpió en el escenario político. Donde Hollande a menudo parecía torpe, Macron era elegante y elocuente, con un fuerte sentido de misión. Rápidamente se convirtió en un faro de esperanza entre los jefes europeos de gobierno.
Sin embargo, su perfil y su progreso eran típicamente franceses. Hijo de médicos respetados de la ciudad norteña de Amiens, obtuvo su maestría en el prestigioso instituto de ciencias políticas Sciences Po, en París, antes de pasar a la elitista Escuela Nacional de Administración, por décadas un campo de entrenamiento para los principales líderes políticos y empresariales de Francia.
Los primeros años de Macron como funcionario público fueron dedicados a la administración financiera. Luego en 2008, tomó un lucrativo trabajo como banquero de inversiones antes de Volver, a la administración pública en 2012. El trampolín de su carrera política llegó en 2014, cuando Hollande lo nombró ministro de Economía. Solo un año después, Macron dejó a los socialistas, pasó a formar su propio partido politico y abandonó el cargo ministerial.
El éxito de Macron fue impulsado por una combinación fortuita: un regicidio clásico, la traición de Hollande, su mentor politico; y una coincidencia política, el escándalo de fraude que envolvió al candidato presidencial conservador Francois Fillon, lo que al mismo tiempo destruyó las posibilidades de este ultimo con el electorado. Macron vio su oportunidad y la aprovechó.
Otro de los puntos destacados de este joven pujante de provincia fue su matrimonio con Brigitte, su antigua maestra, con quien mantiene una estrecha relación desde su juventud. Un cuarto de siglo mayor que el presidente, se la considera su tranquila consejera y su estrella guía. Nunca antes, sin embargo, la historia de amor y matrimonio de una pareja presidencial había dado lugar a especulaciones y chismes tan intensos. Algunos observadores opinan que su inusual pareja ha contribuido al aura de diferencia de Macron.
Cabalgando el centro político
Cuando Macron asumió el cargo en 2017, los partidos políticos franceses tradicionales estaban en ruinas. Los socialistas se estaban destruyendo a sí mismos con luchas políticas internas después de su ignominiosa derrota, mientras que los conservadores se estaban dividiendo en una facción de extrema derecha y una más moderada, de la que Macron reclutó a muchos de sus ministros y aliados.
El presidente ocupó el centro politico, más o menos por encima de las líneas partidistas, pero sin definir un nuevo rumbo ideológico. Se inclinaba hacia la derecha o la izquierda, según el estado de ánimo del país, y a veces daba la impresión de no tener rumbo.
No obstante, el joven líder ciertamente tenía visión. Una vez, pronunció un discurso particularmente famoso en la Universidad de la Sorbona, en el que mostró no solo un considerable talento retórico sino también una notable previsión. Europa tenía que volverse económica, política y militarmente autónoma, defendió. El mensaje fue ignorado en Berlín en ese momento. Ahora, sin embargo, y desde que comenzó la guerra en Ucrania, se convirtió en la opinión predominante en Bruselas.
Gestor de crisis
Las políticas internas de Macron pronto chocaron contra la pared. Para el invierno de 2018, el movimiento de protesta de los «chalecos amarillos” ya había frustrado sus planes. Las manifestaciones fueron provocadas por la imposición de un impuesto ambiental sobre el diesel, pero rápidamente se convirtieron en una oposición más amplia al presidente. Macron quería modernizar la administración inflexible de Francia, hacer el país más favorable a los negocios, reformar el costoso sistema de pensiones y más. Sin embargo, como es la costumbre francesa, muchas de estas ideas fueron eliminadas por una serie de huelgas.
Apenas se restableció la paz social, llegó la pandemia de coronavirus y Macron tuvo que demostrar su valor como gestor de crisis. Esto no salió muy bien al principio, pero luego tuvo un éxito razonable. La tasa de vacunación de Francia es alta, sus hospitales no se desbordaron y las consecuencias económicas fueron minimizadas por los programas de ayuda del gobierno. La recuperación económica de Francia ha sido mejor que la de sus vecinos.
El alivio, sin embargo, duró poco. La guerra en Ucrania trajo incertidumbre política, seguida de aumentos de precios. A estas alturas, la mayoría de los votantes franceses están motivados por el miedo al aumento del costo de la vida. Los temas explosivos y divisivos de los últimos años (inmigración, el papel del islam en la sociedad) han retrocedido en comparación.
Un presidente no amado e incluso odiado
Presidentes franceses anteriores, como Hollande y Nicolas Sarkozy, inspiraron desprecio, desdén y burla, pero ninguno fue un objeto de un odio tan absoluto como Macron. Su apodo es «Júpiter” y se le ve como arrogante y distante, alguien que gobierna desde lo alto. Aun así, no ha desmantelado el estado de bienestar, ni ha cambiado a Francia hasta dejarla fuera de todo reconocimiento de alguna otra forma. En última instancia, no resultó ser una amenaza para su reelección, pero sí que la lucha fue más difícil de lo esperado.
Como explicó recientemente el historiador Pierre Rosanvallon en la emisora France Inter, las políticas de Macron no son la razón. Más bien, tiene que ver con su carácter. «En cierto modo encarna algo que provoca un rechazo muy profundo. Hay esa imagen que se le pega. De distancia, de desprecio”, explicó.
Otros factores, agregó Rosanvallon, son que Macron está desconectado de la Sociedad, y que a diferencia de otros presidentes no creció en una región donde conocía a la gente y estaba familiarizado con su vida cotidiana.
Macron simplemente no tiene el pedigrí político adecuado. Se le ve como un tecnócrata frío que no ha asistido a suficientes ferias agrícolas y celebraciones de bomberos. El gran éxito de la extrema derecha populista pone de relieve las profundas divisiones en el país, así como los sedimentos del nacionalismo reaccionario, la xenofobia y las tendencias antidemocráticas. Por esta razón, y a la luz de la situación política mundial, Macron haría bien en prestar atención a la vieja advertencia cuando busque un segundo mandato: ten cuidado con lo que deseas. (rr/rr).DW.
Si te ha gustado, ¡compártelo con tus amigos! ESTIMADOS LECTORES: Nuestro mayor reto es hacer sostenible un periodismo libre e independiente, que de voz al pueblo, sin conflicto de intereses, apóyanos a seguir promoviendo la libertad de expresión. | SUSCRÍBIRSE | INGRESAR | APÓYANOS