Como viene siendo habitual en estos últimos años, la Santa Sede vuelve a participar en el famoso Foro de Davos.
La Santa Sede ha enviado como representante del Vaticano al cardenal Turckson. Aunque el Papa no asista a este evento en el que se reúnen los poderosos para tomar las decisiones globalistas, el Papa ha querido hacerse presente enviando un mensaje a Klaus Schwab, presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial.
En su mensaje, Francisco apunta a que el objetivo de este Foro «es orientar y reforzar la voluntad política y la cooperación mutua» por lo que «ofrece una importante oportunidad para que las múltiples partes interesadas exploren vías innovadoras y eficaces para construir un mundo mejor».
El Papa les pide que «sus debates tengan en cuenta la urgente necesidad de avanzar en la cohesión social, la fraternidad y la reconciliación entre grupos, comunidades y Estados, con el fin de abordar los retos que tenemos ante nosotros».
«Lamentablemente, al mirar a nuestro alrededor, nos encontramos con un mundo cada vez más lacerado, en el que millones de personas -hombres, mujeres, padres, madres, niños-, cuyos rostros nos son en su mayoría desconocidos, siguen sufriendo, entre otras cosas por los efectos de conflictos prolongados y guerras reales», escribe el Obispo de Roma a Klaus Schwab.
El Papa hace una enumeración de «las injusticias que son la raíz de los conflictos» y que se deben afrontar. Entre las más significativas -destaca el Pontífice- está «el hambre, que sigue asolando regiones enteras del mundo, mientras otras se caracterizan por un excesivo desperdicio de alimentos». Al Papa también le preocupa «la explotación de los recursos naturales sigue enriqueciendo a unos pocos mientras deja a poblaciones enteras, que son las beneficiarias naturales de esos recursos, en un estado de indigencia y pobreza» y pide no ignorar «la explotación generalizada de hombres, mujeres y niños obligados a trabajar por salarios bajos y privados de perspectivas reales de desarrollo personal y crecimiento profesional».
Es en esta parte del discurso del Papa a los líderes mundiales reunidos en Davos, cuando encontramos la frase más controvertida que dice así: «El proceso de globalización, que ya ha demostrado claramente la interdependencia de las naciones y los pueblos del mundo, tiene por tanto una dimensión fundamentalmente moral, que debe hacerse sentir en los debates económicos, culturales, políticos y religiosos que pretenden configurar el futuro de la comunidad internacional». ¿Está haciendo el Papa un llamado a la ‘conversión’ al globalismo por mandato moral? Que se lo pregunte quien pueda.
Hablando sobre las relaciones económicas, el Papa Francisco pide a las empresas que «se guíen cada vez más no sólo por la búsqueda de un beneficio justo, sino también por elevadas normas éticas, especialmente con respecto a los países menos desarrollados, que no deberían estar a merced de sistemas financieros abusivos o usureros».
«Un enfoque previsor de estas cuestiones resultará decisivo para alcanzar el objetivo de un desarrollo integral y solidario de la humanidad. El auténtico desarrollo debe ser global, compartido por todas las naciones y en todas las partes del mundo, o retrocederá incluso en áreas marcadas hasta ahora por un progreso constante», añade el Santo Padre.
Por último, pide a los poderosos participantes en el Foro de este año que «sean conscientes de la responsabilidad moral que cada uno de nosotros tiene en la lucha contra la pobreza, la consecución de un desarrollo integral para todos nuestros hermanos y la búsqueda de una convivencia pacífica entre los pueblos. Este es el gran desafío que nos plantea el tiempo presente».
Francisco termina su carta asegurando su oración de «buenos deseos para las deliberaciones del Foro, e invoco con mucho gusto sobre todos los participantes la abundancia de las bendiciones divinas». Todos, todos, todos, bendecidos por el Papa.
Fuente: InfoVaticano | Publicación literal al original.
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