En un mundo cada vez más complejo, donde las políticas públicas juegan un papel crucial en el bienestar de las sociedades, es alarmante observar la desconexión entre muchos cristianos y su responsabilidad de actuar frente a las injusticias. La falta de identidad de los cristianos en la actualidad ha abierto una puerta peligrosa: las políticas públicas, en lugar de ser herramientas para el bien común, caen en manos del crimen organizado, que aprovecha esta pasividad.
El cristianismo, fundado en principios de amor, justicia y compasión, parece haberse diluido en muchos sectores, donde los creyentes adoptan una postura de espera inactiva, aguardando la segunda venida de Cristo sin tomar acción ante las injusticias actuales. Esta inacción es un terreno fértil para que el crimen organizado se fortalezca y se infiltre en las instituciones. Mientras tanto, la comunidad cristiana sigue sumida en una espera casi resignada, como si la responsabilidad de transformar el presente fuera exclusivamente divina y no humana.
Sin embargo, las mismas escrituras señalan que el momento de actuar es ahora. En Lucas 19:40, Jesús advierte: «Si ellos callan, las piedras hablarán». Esta frase, que a menudo se interpreta como una llamada a no permanecer en silencio frente a las injusticias, es más relevante que nunca. El cristianismo, lejos de ser una religión de pasividad, es una fe que exige acción, justicia y la construcción de un mundo más justo aquí y ahora.
Pero, ¿por qué muchos cristianos optan por no actuar? Tal vez se deba a una mala interpretación de los textos sagrados, o quizás a una desconexión entre la espiritualidad y la realidad cotidiana. Lo cierto es que esta postura solo beneficia a quienes buscan manipular la fe para sus propios fines, incluido el crimen organizado, que no duda en llenar los vacíos dejados por la inacción de los creyentes.
Es crucial que los cristianos del mundo recuperen su identidad, una que no solo espera un futuro divino, sino que trabaja activamente por la justicia en el presente. Solo así será posible evitar que las políticas públicas sigan cayendo en manos de quienes buscan el mal. De lo contrario, no solo serán las piedras las que hablen; será el dolor y el sufrimiento de las víctimas de la corrupción y el crimen organizado.
Es hora de que los cristianos se levanten y actúen.
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