Opinión: En un análisis profundo, el politólogo Claudio Alpízar Otoya examina la posición de Costa Rica en el índice global de democracias, destacando su puesto 17 como una de las 20 democracias plenas, en contraste con El Salvador, ubicado en el puesto 93 y categorizado como un régimen híbrido. Alpízar advierte sobre el avance de tendencias autocráticas en la región y señala paralelismos entre el estilo de liderazgo de Nayib Bukele en El Salvador y las ambiciones del presidente costarricense Rodrigo Chaves.
Según el último índice de democracia global publicado por la reconocida revista The Economist, Costa Rica se posiciona en el puesto 17 de las 170 naciones evaluadas, siendo una de las 20 democracias plenas en el mundo. Este logro destaca al país por encima de naciones como Reino Unido, Francia, España y Corea del Sur. Por otro lado, El Salvador, liderado por Nayib Bukele, ocupa el puesto 93, con una categorización de «régimen híbrido», que combina elementos autoritarios con señales democráticas.
Claudio Alpízar Otoya, politólogo costarricense, contrasta las democracias plenas con los regímenes híbridos y advierte sobre el posible avance de tendencias autocráticas en Costa Rica. En su análisis, Alpízar describe el régimen salvadoreño como uno que ha recurrido a medidas extremas, modificando la Constitución y limitando derechos ciudadanos bajo un estado de excepción. Esta situación, asegura, ha dado paso a detenciones arbitrarias, que incluyen a opositores y críticos del gobierno.
Alpízar establece paralelismos entre el liderazgo de Bukele y las acciones de Rodrigo Chaves en Costa Rica. Según el analista, Chaves se encuentra en una «fase de avance autocrático,» donde busca apoyo ciudadano para tomar decisiones verticales sin las formalidades democráticas. Según Alpízar, esta es la segunda de tres etapas en la ruta hacia la autocracia, siendo la tercera la consolidación de un régimen donde el poder se concentra exclusivamente en el líder, como es el caso de Bukele en El Salvador. La visita reciente de Bukele a Costa Rica podría interpretarse, en esta línea, como una estrategia para legitimar el modelo de seguridad salvadoreño en la región y fortalecer la popularidad de ambos líderes, aunque sus métodos difieren de los valores democráticos costarricenses.
Para el politólogo, la autocracia tiene un patrón recurrente: primero, un discurso autocrático; segundo, la búsqueda de apoyo ciudadano; y, tercero, la consolidación de instituciones a favor de un líder único. Rodrigo Chaves, afirma Alpízar, aún no ha alcanzado la etapa final, pero sus acciones actuales reflejan un intento de concentrar el poder y avanzar hacia una estructura de mando más centralizada. Con miras al 2026, Chaves buscaría obtener una base de diputados que le permita ejecutar este modelo de gobernanza.
Este análisis plantea la preocupación de que, si se ignoran los principios constitucionales, Costa Rica podría enfrentar una deriva hacia un modelo de gobierno cada vez menos participativo. Alpízar sugiere que los costarricenses mantengan su compromiso con la democracia y conserven una perspectiva crítica ante el posible fortalecimiento de tendencias autocráticas en la región.
Conclusión:
El futuro de Costa Rica como una de las pocas democracias plenas en el mundo podría depender de la resistencia ciudadana a los discursos que, en nombre de la seguridad, buscan disminuir la participación y el control democrático.