Sobrevivir al 2022 traerá sus retos, que muchos se trasladan a este 2023. Pero gran parte de la ciudadanía costarricense y del mundo prefieren asumir las consecuencias antes de gastar tiempo en entenderlas. Es como estar de pie sobre la línea del tren, puede que no se crea en el tren, pero que pasará por encima del individuo es una realidad que muchos deciden ignorar, mas asumir las consecuencias no es una elección, es un hecho.
Así es, no hay elección, el resultado de seguir a las masas es simplemente seguir el flujo de la manipulación, la dependencia de quienes llegan al poder con dobles intenciones y logran sus objetivos.
Por eso, lo primero que debe preguntarse un individuo es: ¿hace cuando cumplió 18 años? Pues ese es el tiempo, en teoría, que por ley tiene de experiencia en ser adulto, pero en los nuevos tiempos parece que nos quieren no adultos. Publicitan una cantidad de información innecesaria que hace a las personas pensar en que es mejor no seguir estas informaciones para no perder la paz mental, pues esa información efectivamente afecta las emociones y causa agotamiento.
Sin embargo, ignorar esa información al mismo tiempo traerá como consecuencia no solo perder la paz mental a futuro, sino también el descalabro de la economía familiar, espiritual, educativa, etc., con el transcurso del tiempo.
Asumir la adultez es entender el entorno político, valorar lo que nos beneficia y afecta como ciudadanos, ¿pero cómo va un ciudadano a poder elegir lo que no entiende?
Son muchas las corrientes políticas e ideológicas que llegan a proyectos de ley, muchos hasta se deberían considerar delitos de Lesa Patria y de Traición a la Patria, porque violentan los Derechos Humanos Universales, además, pone los Derechos Constitucionales en riesgo. Como pueblo hemos dejado de ejercer el control político para exigir el resguardo de las libertades y derechos inalienables.
Un gobierno no es más que el resultado de la administración de los recursos públicos. Se debe gobernar para el beneficio de las mayorías, en resguardo de los derechos humanos de las minorías también, sin embargo, grupos de poder económico ahora ponen en riesgo dichas libertades, al punto de que hoy en día no existe el derecho a un debate público, como se vio en el tema del tren eléctrico que el ex presidente Carlos Alvarado dijo que iba porque iba.
Pero ahora, tal y como sucedió con la inoculación obligatoria de menores, al parecer hasta se puede poner en riesgo el interés superior del menor sin tomar en cuenta al mismo tiempo el interés superior del menor, simplemente porque justificados en la supuesta pandemia, la ciencia no ha sido el parámetro de desiciones, el cual debe ser discutido no sólo con los Colegios correspondientes, sino también con los profesionales del país competentes en la materia.
La información debe ser refrentada, no vaya a ser que por medio de la supuesta pandemia se realicen contratos amañados, y se generen avances de las agendas 2030 que impulsan el “No tendrás nada y serás feliz”, las cuales atentan no sólo contra la democracia, sino tambien contra los Derechos humanos.
El pueblo costarricense necesita asumir su adultez, ser parte del desarrollo de una sociedad, ser parte de una democracia participativa… pero al parecer se viene consentrando la educación en sólo tener mano de obra calificada para realizar una taréa, como si fuece una pieza mecánica de una maquinaria, eliminando al ciudadano crítico capaz de analizar y contrastar información.
Temas como la globalización, la eliminación del dinero, las leyes mordaza solapadas que se vienen introduciendo en leyes y reglamentos ante el silencio de jueces, magistrados, abogados, etc., nos pone en peligro como habitantes de la democracia. La inoculación sin un consentimiento informado, la manipulación de la información y las campañas de miedo, son pan de cada día. El impulso de leyes de objeción de conciencia, entre muchos otros proyectos, generan una tranformación institucional como la aplicada en gobiernos como Cuba, Nicaragua y Venezuela y muchos más en el mundo.
El destino del país está simplemente en una sociedad infantilizada, con la incapacidad de asumir que ya son adultos, que son parte de un sistema democrático en riesgo, que puede traer como resultado la pérdida de la propiedad privada, la dependencia del Estado que sirve como control social, y la globalización que pone en riesgo la dinamización de la economía local y la producción de alimentos desde el debilitamiento, por ejemplo, de nuestros agricultores.
Muchos incluso pensarán que esto son teorías de conspiración, sin embargo, basta con preguntarle a los venezolanos que están en las calles costarricenses o manejando Uber, para que expliquen cómo han vivido esa teoría de conspiración, así, quizás, quienes no creen eso posible tendrán su dosis de realidad.
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