La Unión Europea ha lanzado un ambicioso plan de rearme que ha generado una oleada de reacciones tanto dentro del bloque como a nivel internacional. La propuesta, impulsada por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, busca fortalecer la capacidad militar del continente en un contexto de creciente tensión geopolítica. Sin embargo, el plan ha sido blanco de críticas por su contenido, su forma de implementación y sus posibles consecuencias.
Desde el plano interno, la propuesta ha dividido a los Estados miembros. España e Italia, entre otros, han manifestado reservas sobre la terminología utilizada. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, evitó el uso del término “rearme”, y la vicepresidenta Yolanda Díaz calificó el plan como un “gravísimo error”, al considerar que contradice los principios fundacionales de la UE como proyecto de paz.

A nivel económico, se estima que el plan movilizaría hasta 800.000 millones de euros, gran parte de ellos provenientes de los presupuestos nacionales, lo que ha despertado preocupación por el posible impacto fiscal sobre los Estados miembros. Además, persisten dudas sobre la dependencia estructural de Europa hacia el armamento estadounidense, a pesar de la intención de fortalecer la industria de defensa continental.
El Kremlin también reaccionó con dureza, denunciando los “planes de militarización” europeos y acusando a la UE de convertirse en un “partido de la guerra”, en medio de la guerra prolongada en Ucrania y las tensiones con la OTAN.
Expertos en defensa advierten que, aunque el aumento en gasto militar pueda ser significativo, la Unión Europea aún carece de una estructura de mando y control unificada que le permita actuar con verdadera autonomía estratégica.

Por último, el procedimiento con el que se ha impulsado el plan ha sido cuestionado. Von der Leyen avanzó con la propuesta sin consultar plenamente al Parlamento Europeo, lo que ha generado críticas sobre la legitimidad y transparencia del proceso.
El plan de rearme europeo refleja la intención de Bruselas de posicionarse como un actor militar relevante, pero también expone las profundas diferencias políticas y estratégicas que aún persisten dentro del bloque.
