Por : Johnny Schmidt C. –investigador y analista- «Los artículos que aparecen en la sección de opinión, son responsabilidad exclusiva de sus autores.»
Se nos ha metido en el subconsciente la falsa idea de que en Costa Rica tenemos un robusto sistema de salud, una idea conceptualmente falsa, porque se asocia el concepto de salud como una idea paralela o sinónima de medicina.
Se acude al “sistema de salud” cuando la salud se deteriora, porque el sistema se encarga exclusivamente de atender enfermos, entonces lo correcta es que estamos frente a un sistema de atención de enfermos y no ante un sistema de salud.
Esta práctica instaurada con profundas raíces en la sociedad costarricense se derivan del modelo médico-céntrico existente, el cual se caracteriza por la utilización exagerada de productos médicos ligados a la curación, que queda vinculada necesariamente al acto de consumo; ya sea de la alta tecnología como eje diagnóstico y el sobreuso farmacológico y tecnológico como eje terapéutico, basados en la prescripción, consumo de fármacos, honorarios médicos y ganancias dirigidas al complejo médico/industrial.
Ese enfoque centrado en la atención episódica de cuadros agudos o complicaciones de condiciones crónicas que durante décadas se le ha dado a la salud, atendiendo el deterioro o la enfermedad y no atendiendo la salud, no persigue mantener o mejorar esa salud, sino exclusivamente tratar enfermedades o lesiones, porque la salud no es negocio, la enfermedad si.
El filósofo boliviano Rafael Bautista Segales decía: “Una verdadera política de salud, revolucionaria, no debería proponer incrementar el número de camillas en el hospital. Sino más bien, ver que se debe hacer para que las disponibles no se usen ¿Por qué? Porque eso supone que está concibiendo el asunto de la salud en un sentido preventivo y no curativo. Además, le cuesta más a un Estado tratar las enfermedades que prevenirlas”.
Este enfoque plantea una idea correcta de lo que sería un sistema de salud robusto y bien planificado, que permite ampliar la perspectiva al involucrar a los múltiples actores del sistema, como son todos los profesionales de salud y de otras áreas, con el objetivo de anticiparse a los problemas que afecten la salud, o sea, evitar las enfermedades a partir de la identificación, control y/o eliminación de los riesgos.
Esta óptica supera la mirada medicalista al considerar que las acciones de múltiples actores (ministros, planeadores, ingenieros, importadores, agricultores, nutricionistas y profesionales de diversas áreas) pueden evitar problemas de salud. Ejemplo de ello, son las obras de infraestructura urbana, como los puentes peatonales o los andenes que reducen las lesiones y muertes producto de los accidentes de tránsito; o la intervención de nutricionistas en las escuelas, colegios y universidades para evitar que los niños y jóvenes sufran desnutrición aguda u obesidad, o bien que desde un ministerio de salud, se evite el ingreso de productos extranjeros con contenidos que son conocidos y que dañan la salud.
Sostener la vida amarrada al consumo de medicamentos, nunca podría considerarse un éxito ni un mérito de un sistema de salud, aunque si es un éxito para la economía de los médicos, las farmacias y la industria que los produce. Un éxito sería que esa persona viva con salud generada por sus buenos hábitos sin necesidad de medicamentos. Son dos modelos totalmente opuestos, pero como ya dijimos, la salud no es negocio, la enfermedad si.
En sintonía con esa perspectiva lógica y correcta sobre lo que es salud y sobre el modelo actual que no es un sistema de salud sino de enfermedad, deberían replantearse todas las estrategias de Salud, y hacerse en todos los ámbitos de las Políticas Públicas, que deben tomar en cuenta y considerar que los determinantes sociales, económicos y ambientales de la salud extienden sus orígenes más allá del sector salud y de las políticas de salud, y que todos los demás factores influyen o afectan la salud.
Es decir, el sector salud es la red que recibe los goles…, recibe las consecuencias de todas las políticas que se implementan y que, de una u otra forma, afectan a la población, por lo tanto todas las políticas deberían considerar la salud al momento de diseñarse y ejecutarse.
El enfoque de la salud en la prevención (el modelo correcto), ayuda a trabajar en pro de mantener la salud evitando lesiones o enfermedades, lo cual significa articulación de acciones interdisciplinarias e intersectoriales que son mucho más amplias que lo que dicte un Ministerio de Salud o la CCSS, ya que al día de hoy, esas instituciones regentes de nuestra salud, atienden la enfermedad y no velan por la salud.
Lo vivido en el último año y medio en el mundo y en nuestro país, debería desde ya llevarnos a una reflexión profunda con miras a desarrollar una perspectiva más amplia que enfoque la salud como un requisito para la vida, pero no tan solo viendo la vida como la posposición de la muerte, sino como una buena vida, una vida con salud.
Esta es una cosmovisión que la han tenido siempre nuestros pueblos originarios, que supone tanto la satisfacción de las necesidades de la población, su vida digna, como el ejercicio de la solidaridad y del consenso, y la aceptación e integración de la diversidad y la interculturalidad. Se trata de una concepción, una escala de valores y unas prácticas muy diferentes a las que prevalecen y dominan en la actualidad, donde la salud es un tema mercantilista, pues ha sido concebida la idea que la salud se logra consumiendo medicamentos o vacunas, y eso está totalmente alejado a la verdad. También, erróneamente se nos ha hecho creer que la prevención está relacionada al consumo de ciertas drogas o vacunas.
Obviamente este enfoque rompe con todo lo conocido, es opuesto a la predica de la Organización Mundial de la Salud, de su subsidiaria la OPS, y por supuesto que opuesto a la poderosa industria farmacéutica y por lo tanto trasciende lo disciplinar y lo estructuralmente instaurado a la fecha, por lo tanto, ideas como ésta siempre gozarán de gran oposición y serán consideradas opuestas a la ciencia, bajo la argumentación de que ha sido la ciencia médica (farmacéutica incluida) la que ha logrado traer alivio a muchos males; males que por lo general no son naturales como nos dicen, sino que casi siempre son provocados precisamente por ese sistema robusto de salud, de los químicos que ese sistema receta y promueve o de algún laboratorio que experimentan con patógenos para hacerlos más dañinos y más contagiosos.
Un verdadero sistema de salud realmente transformaría la vida de todos, a la vez que garantizaría la salud como un producto colectivo y de interacción constante con la naturaleza y todo lo que implica. Nos han implantado en la psiquis que ser antivacunas es algo malo, que es algo anticientífico y por lo tanto no es socialmente aceptado. Yo si me declaro totalmente antivacunas.
En conclusión, si se desea realmente trabajar en pro de la salud y poder presumir de un robusto sistema de salud, es necesario avanzar hacia la transformación completa del sistema actual, eliminando la hegemonía medicalista y superando la atención de la enfermedad como principal (y casi única) acción del sector. Por supuesto que hablamos de un cambio cultural, un cambio total de conceptos, cambios profundos en el sistema educativo y muchos otros cambios en las políticas públicas, pero que son complemente posibles, y que a mediano y largo plazo traerían un alivio hasta económico a todo el sistema, pero lo más importante será que tendríamos una población con salud, aunque la salud no sea negocio, la enfermedad si.
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