Esta opinión presenta interpretaciones históricas y usa analogías fuertes para conectar ciertos eventos pasados con tendencias contemporáneas.
La germanización de niños de Polonia es una de las marcas dejadas en la historia sobre los métodos de conquista de los imperios, que hoy se impulsan bajo falsas banderas de socialismo y progresismo, mismas agrupaciones financiadas por organizaciones relacionadas con la ideología de la reducción de la población global, anteriormente conocida como genocidio, es decir, el método sistemático de eliminación de un grupo particular de seres humanos.
En la mira de estos grupos, se han promovido ideologías de muerte, como el aborto y la eutanasia, llevándonos a la historia de una Alemania nazi que buscaba crear una raza perfecta, aun cuando su propio líder carecía de estas características.
El uso de figuras como la de Che Guevara, quien asesinó a personas de diversidad sexual, es hoy promovido por personas que fácilmente serían sus víctimas si estuviera con vida.
También lo vemos con la historia de quienes impulsan el marxismo, el libro de un hombre que ni siquiera pudo mantener a su familia viva por no querer trabajar, y que habla de propuestas que hoy son básicamente la agenda 2030, desde el control social, la censura a quienes piensan diferente y hasta un salario global.
Para evitar una resistencia al cambio cultural, gran parte de estas estructuras ideológicas han invadido el sistema educativo, donde más que educar a las nuevas generaciones, se les adoctrina, trayendo como consecuencia la eliminación de causas que hoy reconocemos como delitos, como, por ejemplo, la sexualización de menores, a quienes ahora se quiere adoctrinar con ideas de «derechos» que no son derechos, sino privilegios, pues se pretende incluso usar recursos públicos para la mutilación de genitales en un supuesto cambio de género.
La eliminación de la ciencia y la técnica, el debate público y la libertad de expresión se están convirtiendo en parte de la cultura de cancelación, donde incluso se criminaliza por pensar diferente, y los políticos buscan radicalizar ideológicamente a la ciudadanía, mientras siguen aumentando los casos de corrupción en el país.
Una nueva generación de seres humanos convertidos en simple mano de obra, sin la capacidad de reconocer y defender sus propios derechos humanos… eso es esclavitud. En otras palabras, es reconocer que el destino del país puede cambiar de forma tan paulatina que muchos serán incapaces de reconocerlo e, incluso, llamarán conspiranoicos a quienes tratan de alertarlos.
Por ello, los costarricenses debemos estar preparados ante la amenaza de las diferentes ideologías que buscan llevar al país a una constituyente. El país está en riesgo de sufrir un golpe de estado blando similar al de Venezuela, la misma amenaza que enfrentan los distintos países del continente.
Debemos estar vigilantes para no pasar de un estado social de derecho a un estado social de opinión.
Asumimos la responsabilidad o asumimos las consecuencias.
Opinión de Gerardo Ledezma
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