Martes Económico, los problemas de las criptomonedas

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En una publicación que hiciera el periódico español El País el 5 de julio del presente año, se entrevistó a Jorge Stolfi, catedrático de ciencias de la computación de la Universidad de Campinas, en Brasil, sobre el tema de las criptomonedas. Con una claridad que nos ha faltado a los economistas en el tema, el artículo reitera un mensaje enviado por Stolfi en Twitter, que decía lo siguiente: “Todo científico de la computación debería poder ver que las criptomonedas son sistemas de pago totalmente disfuncionales y que la tecnología de blockchain es un fraude tecnológico”. ¿Estamos todos los economistas, expertos en finanzas y público en general, al tanto que se están moviendo miles de millones de dólares en transacciones alrededor de un activo sin valor intrínseco?

Pocas voces desde el campo económico han advertido de esta situación, uno de ellos es Nouriel Roubini, que en varias ocasiones había señalado el riesgo y la inconveniencia de invertir en ellos, pero como en muchas cosas en la economía actual, el entusiasmo por las ganancias de corto plazo borra las preocupaciones sobre los problemas de largo plazo. De esta forma se infló una burbuja cuyo “desinfle” reciente (no ha estallado de forma pareja) ha dejado pérdidas importantes en los inversionistas del sector, sobre todo en criptomonedas más pequeñas. De la experiencia reciente, y con el ánimo de ver hacia adelante, quedan una serie de reflexiones que es importante tener en cuenta para el análisis posterior.

¿Son las criptomonedas dinero?

No, al menos no cumplen una característica básica que permitan sostener la función de medio de pago habitual, aunque se utilicen para hacer intercambios: la estabilidad de su valor. Sumado a otra función del dinero, que es ser unidad de cuenta, las criptomonedas sufren una fuerte variabilidad en cuestión de días (recientemente a la baja), que hace difícil usarlas para poner precios y sostener intercambios comerciales y financieros.

Las variaciones son tan bruscas que en una transacción cualquiera en que se usen criptomonedas como medio de cambio, una de las partes puede perder una cantidad importante de recursos en cuestión de minutos. A lo largo de la historia económica, cuando el dinero fiduciario ha sufrido problemas similares, por ejemplo, en medio de fenómenos hiperinflacionarios, la población ha buscado usar otras cosas para medio de pago.

En la Alemania de 1923, en medio de un desbocado fenómeno de hiperinflación, que llevó a que el 15 de noviembre de ese año un dólar se intercambiase por 4,2 billones de marcos alemanes, los habitantes de ese país dejaron de utilizar el papel moneda y empezaron a sostener intercambios con cigarrillos como medio para hacerlo. Aunque el ejemplo puede sonar extremo, nos ilustra algo importante: cualquier activo que utilicemos como medio de cambio debe mantener cierta estabilidad de valor en el cortísimo plazo.

¿Quién respalda las criptomonedas?

Nadie, esa carencia de respaldo es precisamente la génesis de su creación, ninguna entidad central que diga cuánto vale este medio de pago o controle su emisión, es el paraíso para los utopistas anarco capitalistas. Básicamente las criptomonedas son un activo digital cuyo valor de cambio depende de la aceptación que los compradores hagan de este activo, tomando en cuenta las palabras de Stolfi, es básicamente un esquema piramidal: el valor de la inversión de los que están dentro, depende de que otros inversionistas acepten el juego y entren al mecanismo.

Los creadores de las criptomonedas buscaban un medio de pago que no fuese controlado por nadie y que pudiera ser utilizado en total libertad. Pero quizás perdieron de vista que el dinero, en la práctica, no es más que una representación de un valor previo, del valor implícito en otros bienes (incluyendo el trabajo) y que se negocia o transa al momento de utilizar el dinero como medio de pago. Por eso sin los bancos centrales imprimen más dinero del necesario para sostener los niveles de intercambio que den sustento a la actividad de una economía, el valor de este dinero baja y se produce el fenómeno inflacionario, es un mecanismo de corrección.

¿Y las criptomonedas?

En realidad es como usar un pedazo de papel y dibujarle una cifra para usarlo como dinero, depende de que la otra parte lo acepte y crea que representa algún valor previo, existente, pero si eso se pierde entonces el valor de las criptomonedas llegará a cero, no habrá ningún valor intrínseco o valor previo que representar, pues las criptomonedas más que dinero se crearon como un activo y como tal su valor puede llegar a ser cero (dado que no tienen valor de uso).

Finalmente, las criptomonedas tienen una implicación más de su existencia, que es la privatización del señoreaje. Esa diferencia entre el costo de emisión y el valor del dinero emitido, en el caso del dinero fiduciario la misma hoy queda en los bancos centrales como un ingreso adicional, pero con las criptomonedas se la apropian los “mineros” de las “criptos”.

Estamos permitiendo que una función social básica, que es la creación de un medio de pago, se privatice sin que hayamos reaccionado al respecto, pero además sin tener en cuenta una cosa más: esa “producción” de criptomonedas tiene un costo social, en forma de la externalidad ambiental negativa que produce el enorme consumo de energía eléctrica como consecuencia del minado de criptomonedas.

“Minar” criptomonedas debería gravarse con impuestos, entonces, con la finalidad de cobrar un impuesto sobre la renta generada por el señoreaje provocado (que no es lo mismo que gravar ganancias cambiarias) y, por otro lado, imponer un impuesto ambiental a las transacciones de criptomonedas, que corrijan la externalidad ambiental negativa. Estas y otras regulaciones deberían introducirse pronto en el sistema, que ayuden a corregir mucho de lo señalado por Jorge Stolfi, si es que en general el mercado de criptomonedas tiene algún sentido de existir.

  • Por. Fernando Rodríguez G.
  • Coordinador del Observatorio Económico y Social (OES)
  • Universidad Nacional (UNA).
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