«No puedes hacer nada para impedirlo» dicen quienes impulsan la Agenda 2030.

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Manipulación psicológica a través de mensajes en redes sociales, videos producido con estrategias publicitarias bien dirigidas al público meta, estas han sido sólo algunas de las estrategias puestas en práctica para programar las mentes de las personas en la creencia de que «es cierto, no pueden hacer nada para impedir la llegada de la agenda 2030», cuando eso es totalmente falso, siempre se puede actuar.

Estamos en una nueva guerra entre pobres y multimillonarios, una vez más, y en el medio hay seres humanos desinformados, futuras víctimas de los males que se avecinan, porque no hablamos de una, sino de dos agendas 2030: la de Davos y la del Foro de Sao Pablo.
La mayoría de los gobiernos le sirven a una élite mundial que controla dos elementos muy importantes: el dinero y las comunicaciones. Analicemos esto:

La ideología de género, el aborto y las persecuciones religiosas han tenido una inversión inimaginable, al punto que han controlado medios de comunicación en todo el mundo y, hasta productoras de entretenimiento como Disney, que ya son parte de una agenda. La sociedad está siendo adoctrinada desde la televisión, películas y universidades, sobre estos temas sensibles que lejos de enfocarse en derechos humanos, en los grupos vulnerables que dicen defender, usan a esos colectivos como mampara para lograr los fines políticos de los poderosos.

El sistema económico mundial, por su parte, pende de un hilo. El dinero es en realidad una ilusión; en otras palabras, si todos los humanos que tienen dinero en el banco fueran a los bancos en este momento y sacaran su dinero, simplemente no se lo darían, porque esas entidades bancarias han prestado más cantidad de dinero del que se ha impreso, por esta razón, se busca la eliminación del dinero físico que es una forma de control social y libertad ciudadana.

El dinero, por desgracia, también compra personas sin principios éticos y morales, muchas veces incapaces de valorar el impacto que sus actos tienen en la sociedad a mediano o largo plazo.
Se han desactivado los contrapesos democráticos de los países democráticos en el mundo.
Fácilmente hemos observado cómo eliminaron el debate público de la agenda de doméstica de los países, donde temas como la vacunación contra el covid se convirtió en un asunto político, dejando de lado y de lejos el Código de Núremberg, entre otra normativa nacional e internacional, inclusive el «soft law» que es una guía de proceder ético para los sistemas normativos domésticos y los jueces y magistrados que aplican la ley.

Se han desactivado los contrapesos del sistema democrático, uno a uno, hasta ser prácticamente incapaces de reaccionar. No vimos tan siquiera a la Academia pronunciarse en temas de salud, jurídicos, lo que fuera, de forma amplia, profunda y balanceada. Las aulas universitarias, sus redes sociales, no intervinieron más que para apoyar la versión del gobierno y censuraron a todo aquel que cuestionaba.

Vimos además cómo desde un periódico digital de una universidad que, se dice a sí misma «gestora de la libertad de pensamiento», se atacaba sin fundamento a todo aquel que hablara en contra de la versión oficial o cuestionara. Vale resaltar, además, que es un medio que ha recibido interesantes donaciones, bastante generosas, de la fundación de Bill y Melinda Gates, quienes han promovido por cierto la vacunación en pandemia.

En este proceso vimos cómo la izquierda avanzó con los mismos recursos de la derecha, bajo una misma orden. De hecho, si la historia hace balance, quizás muy pronto los de izquierda y los de derecha, al unísono, tendrán que asumir las consecuencias de su desidia, siendo que ellos mismos han propiciado el irrespeto a la ley, han colaboradorado con la desactivación de los contrapesos democráticos, drenando el respeto de la población y los funcionarios por los derechos fundamentales y humanos que Costa Rica tanto dice respetar. Las consecuencias, lamentablemente, serán igual o peor a las de países como Cuba, Nicaragua o Venezuela, ya estamos viendo lo que se avecina.

Mientras tanto, la lucha social en Costa Rica se convirtió en «usuarios de redes sociales», literalmente, que fueron separados en islas informativas a través de algoritmos, sin capacidad de convocatoria para llenar tan siquiera cien metros de la avenida segunda, se la pasan simplemente viviendo de likes y de la ilusión de ser un contrapeso «fuerte» en la sociedad.

Los medios de comunicación tradicionales, por su parte, etiquetaron en los recientes años a los costarricenses como «terroristas» o «antivacunas», censurando las voces de los pacientes con efectos adversos adversos por la «dosis de esperanza», a los científicos y profesionales que levantaban la voz contra la inoculación obligatoria o la gestión de la crisis por parte del gobierno. Tampoco se le dio voz a los trabajadores que alzaron la voz porque eran despedidos si no se vacunaban, pese a que llevaban décadas de servir en sus trabajos, con rendimiento sobresaliente, y que iban a ser despedidos como si nada, sin respetar tan siquiera sus derechos laborales. Hubo trabajadores que ni siquiera se pudieron quejar porque trabajaban en zonas lejanas, en informalidad o inclusive inmigrantes indocumentados.

Claramente, las élites y los medios de comunicación tradicionales, han decidido quién es el enemigo según sus intereses a través del tiempo: por ejemplo, etiquetaron de terroristas a quienes se opusieron al préstamo del FMI para el tren eléctrico que tenía un tramo hacia un parque de eventos que no cumple con los requisitos mínimos de seguridad, como por ejemplo, lo necesario para una evacuación en caso de emergencia. Pese a eso, la gente sigue yendo a ese lugar porque se informan en esos mismos medios de comunicación que lo publicitan, por lo que está situación es como vivir en dos realidades paralelas.

Ahora, resulta que vienen impulsando leyes en contra de los habitantes del país: la de objeción de conciencia, la ley anti-huelgas, son ejemplos determinantes. Tenemos funcionarios públicos antipueblo, es una realidad, pues tratan de aprobar leyes atacando a quienes proponen que se lleve a cabo la discusión de temas importantes, pero no se los permiten, porque quieren aprobar sus leyes sin que esas propuestas sean valoradas con transparencia y con lupa.

La estrategia es la misma: evadir el debate público para, una y otra vez, evitar que el foco de atención alumbre sus intereses.

Esto sucede todos los días, mientras la gente sigue desinformada, viendo los mismos medios de siempre, manipulada, viviendo en islas virtuales, creyendo que está cambiando el mundo desde el sillón cuando en realidad el mundo se está acabando en cierta manera desde hace mucho.

Si no hacemos algo, el país que conocemos se va a transformar en algo que, cuando despertemos, no vamos a reconocer. Su mensaje es: No tendrás nada y serás feliz… ¿te vas a esperar a ver si serás feliz sin nada para comenzar a defenderte?

Mas, sí podemos hacer algo. Para empezar, creer de que sí es posible cambiar las cosas.
Parece una acción sencilla, pero requiere no sólo un ejercicio de conciencia, sino de reconocer que nos ha estado manipulando, programando adrede desde hace mucho, y a su antojo.

Sin duda, tomar conciencia es la primera acción trascendental que necesita el cambio en Costa Rica. Aprender a ver la realidad con otros lentes. Definitivamente, depende de cada persona tomar esa decisión, de forma autónoma, bajo su propia bandera de libertad.

Sobre todo, tener la certeza de que sí o sí, podemos realizar el cambio, pese a que una parte poderosa e influyente de la sociedad grita que no, justamente porque saben que si el pueblo despierta, el cambio es posible.

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