El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó que no descarta la salida del poder de Nicolás Maduro en Venezuela, en medio de un contexto de creciente presión militar y diplomática. La declaración coincide con el despliegue de la Armada estadounidense en el Caribe y con la duplicación de la recompensa ofrecida por la captura del mandatario venezolano.
Washington elevó a 50 millones de dólares la recompensa por información que conduzca al arresto y condena de Maduro, a quien acusa de vínculos con el narcotráfico. Además, el Departamento de Estado designó al Cartel de los Soles como organización terrorista, apuntando directamente a la cúpula militar que respalda al régimen.
De forma paralela, barcos de guerra estadounidenses patrullan el sur del Caribe en operaciones contra el tráfico de drogas. Algunas de estas misiones han incluido ataques a embarcaciones que, según la versión oficial, servían a redes criminales con nexos en Venezuela. Caracas considera que estos movimientos constituyen un acto de hostilidad y una amenaza a su soberanía.
En respuesta, Maduro advirtió que, si el país fuese atacado, se declararía “una república en armas”. El mandatario también envió una carta a Washington proponiendo conversaciones directas a través del enviado especial Richard Grenell, pero la Casa Blanca rechazó la iniciativa y reiteró que no reconoce legitimidad a su gobierno.
La escalada de tensiones ocurre a pocos meses de las elecciones presidenciales en Estados Unidos y mantiene a la comunidad internacional en alerta. Mientras Washington insiste en que las operaciones buscan frenar el narcotráfico y aumentar la presión política, Caracas denuncia que se trata de un intento de forzar un cambio de régimen por la vía militar.
Con la presencia naval activa y el endurecimiento de sanciones, la relación bilateral atraviesa uno de sus momentos más delicados en los últimos años, y el futuro de la permanencia de Maduro en el poder vuelve a colocarse en el centro de la agenda regional.
